Más de 50 millones de personas viven con esta infección en el mundo.
La hepatitis C (VHC) se propaga a través del contacto con la sangre de una persona que tiene el virus, lo cual puede ocurrir al compartir agujas u otros materiales para inyectarse drogas, tatuarse o perforarse con materiales no esterilizados, compartir artículos personales como cepillos de dientes o máquinas de afeitar, tener relaciones sexuales sin protección o mediante transfusiones con sangre contaminada.
La hepatitis C se divide en:
La mayoría de personas con hepatitis C no presentan síntomas cuando está en etapa aguda. Cuando hay síntomas, estos pueden ser:
En la etapa crónica, el paciente puede presentar síntomas después de muchos años de haber estado expuesto al virus, ya que aparecen cuando el hígado ha sido suficientemente dañado. Estos son:
Debido a que es una enfermedad que no suele presentar síntomas inicialmente, el paciente con sospecha de infección por el virus de hepatitis C debe realizarse un examen físico y un análisis de sangre llamado prueba de detección de anticuerpos contra el VHC.
Esta prueba es fundamental para pacientes que presenten factores de riesgo como: donadores de sangre o tejidos, pacientes que están en tratamiento con hemodiálisis, portadores de VIH, personas que han usado drogas intravenosas, pacientes que hayan recibido transfusiones de sangre o derivados y a quienes hayan tenido contacto sexual con portadores del virus.
Asimismo, se puede requerir una examen de química sanguínea, biometría hemática completa, radiografía de tórax y un ultrasonido abdominal para confirmar el diagnóstico.
Si se diagnostica una infección crónica, es necesario evaluar la magnitud del daño hepático mediante una biopsia u otras pruebas no invasivas.
La mayoría de los casos de hepatitis C se trata con medicamentos antivirales que atacan al virus y evitan que el hígado se siga dañando. Si es hepatitis C aguda, se puede sugerir esperar para ver si la infección se vuelve crónica antes de comenzar el tratamiento.
El trasplante de hígado es una opción en caso de que el paciente presente daño hepático grave, aunque es probable que la infección reaparezca después del trasplante, por lo que será necesario un tratamiento con medicamentos antivirales.
No existe una vacuna contra el virus de la hepatitis C, por lo que es importante evitar exponerse a situaciones de riesgo. Algunas medidas preventivas son:
La hepatitis C es una enfermedad seria que puede tener consecuencias serias si no se trata adecuadamente. La detección temprana y los avances en el tratamiento ofrecen esperanza a quienes padecen esta enfermedad.