Este estudio, también conocido como ultrasonido genético o de segundo nivel, consiste en evaluar a detalle al bebé, es decir, se analizan y miden las estructuras internas y externas de su cuerpo con el propósito de detectar posibles anomalías en su desarrollo.
El ultrasonido estructural comprende la valoración de la placenta y del líquido amniótico, además de la revisión de los órganos del bebé: cráneo, cara, cuello, médula ósea, corazón, tórax, arterias, pulmones, estómago, hígado, genitales y extremidades.
Se trata de un estudio exhaustivo que permite la detección oportuna de malformaciones o anomalías que se desarrollan durante el embarazo. En este ultrasonido también se pueden ver datos de sospecha de síndrome de Down y otras alteraciones cromosómicas. Se puede valorar también la posibilidad de tener un parto prematuro e incluso preeclampsia.
La evaluación se realiza con la ayuda de diferentes técnicas: ultrasonido (blanco y negro) en alta definición, el Doppler a color, el 3D y el 4D, los cuales son completamente seguros para el bebé y la mamá.
Se recomienda realizarlo entre la semana 18 y 25 para obtener mejores resultados. Además, este estudio permite saber con certeza el sexo del bebé.
El ultrasonido estructural debe ser realizado por médicos especializados en el área (idealmente ginecólogos con subespecialidad en medicina materno fetal) para que los hallazgos sean confiables.