El glaucoma es una enfermedad del globo ocular que se caracteriza por un aumento de la presión intraocular, lo cual provoca un daño irreversible en las fibras del nervio óptico.
Lo anterior puede conducir a una pérdida gradual de la visión que, en casos extremos, puede resultar en ceguera. Inicialmente, el glaucoma no presenta síntomas, pero con el tiempo y si no se trata de manera adecuada, la pérdida parcial o total de la visión se produce de forma irreversible.
¿Qué es?
Por el interior del ojo circula un líquido que nutre las estructuras del globo ocular. Es el denominado humor acuoso, totalmente transparente, que es atravesado por la luz y las imágenes. Estas impactan en la retina sin interferencias, no hay que olvidar que el ojo funciona como una cámara fotográfica y que debe ser absolutamente transparente.
El humor acuoso se forma en el cuerpo ciliar y fluye a través de la pupila para llegar a la cámara anterior del ojo, donde nutre el cristalino y la superficie anterior de la córnea. Es una circulación sencilla, con un sistema de producción, una irrigación por el interior del ojo y un mecanismo de evacuación.
Cuando se altera, surgen graves problemas. Si entra a la cámara anterior del ojo más líquido del que puede salir, la presión se eleva y las fibras del nervio óptico comienzan a sufrir. La presión del humor acuoso dentro del ojo es variable de unas personas a otras: suele estar comprendida entre 12 y 21 mmHg. Con la edad se produce cierto deterioro de las vías de evacuación y la presión sube, pero esto no siempre conlleva a la aparición de glaucoma, por ello es muy importante la revisión oftalmológica completa.
Tipos de glaucoma
Aunque los oftalmólogos mencionan diversos tipos, los fundamentales se centran en tres:
- Glaucoma congénito: Es un defecto hereditario en las vías de evacuación. Ya en las primeras semanas o meses de vida el niño presenta lagrimeo y fotofobia, así como aumento del tamaño del globo ocular (ojos grandes).
- Glaucoma crónico de ángulo abierto: El más frecuente de todos, supone prácticamente el 75 % de todos los glaucomas. Se produce por un defecto del sistema de evacuación del líquido. Se presenta de forma muy lenta y sin producir síntomas, lo que dificulta su detección precoz. Sólo se diagnostica cuando se mide la presión intraocular.
- Glaucoma agudo o de ángulo cerrado: Se presenta bruscamente, con mucho dolor. También produce una disminución en la visión, que se hace borrosa, con halos coloreados alrededor de las imágenes. Se genera por un cierre repentino del ángulo por donde se elimina el líquido.
Síntomas
Los síntomas del glaucoma congénito y del glaucoma agudo suelen ser evidentes desde el inicio de la enfermedad. En contraste, el glaucoma crónico puede ser asintomático en sus etapas tempranas y los síntomas sólo se manifiestan cuando ya existe daño en el nervio óptico.
Esto resulta en una disminución gradual de la visión periférica: los objetos directamente enfocados pueden verse bien, pero los situados en los lados pueden volverse difíciles de percibir. Esta pérdida de visión se agrava con el tiempo si no se trata adecuadamente.
Existen ciertos factores de riesgo que aumentan la probabilidad de desarrollar glaucoma crónico:
- Antecedentes familiares de la enfermedad.
- Miopías severas.
- Personas mayores de 60 años, ya que el glaucoma es más frecuente en esta edad.
- Individuos con diabetes.
- Aquellos que reciben tratamiento prolongado con corticoides.
El diagnóstico precoz se realiza mediante un examen oftalmológico que incluya las siguientes evaluaciones:
- Tonometría: Medición de la presión intraocular.
- Oftalmoscopia: Evaluación del fondo de ojo para observar el nervio óptico en su origen.
- Prueba de agudeza visual.
- Campimetría: Examen del campo visual para detectar pérdidas en la visión periférica, indicativas de glaucoma.
Considerando que la detección precoz deviene fundamental para conservar la visión, es obvio decir que las personas más propensas a padecer glaucoma, deben someterse a examen periódico de la visión.
Además, incluso las personas sin factores de riesgo específicos deben hacerse revisiones regulares de la vista alrededor de los 50 y 60 años de edad. Ese chequeo debe incluir la medición de la presión intraocular y, si es preciso, también una campimetría. No hay que olvidar que la edad es un factor de riesgo.
¿Qué tratamientos existen?
El glaucoma agudo es una urgencia médica y necesita tratamiento inmediato, pues si no se recibe puede producir ceguera en el ojo afectado en el plazo de 24-48 horas. El tratamiento es quirúrgico, el cual consiste en practicar una perforación en el iris para que el líquido pueda circular. Esta operación, muy efectiva, se denomina iridotomía y se realiza con láser.
En el caso del glaucoma congénito la cirugía es segura y eficaz, y cuanto antes sean intervenidos los niños tienen más probabilidades de que su visión sea buena en el futuro.
Respecto al glaucoma crónico, si se detecta precozmente su tratamiento es inicialmente farmacológico con el objetivo de que se produzca menos humor acuoso. Si no se logra controlar la presión intraocular hay que recurrir a la cirugía, que en la actualidad se realiza mediante rayos láser. La intervención se denomina trabeculoplastia con láser y sus resultados son buenos.
La cirugía convencional es el método de elección en los casos graves o cuando han fallado otros tratamientos (fármacos, cirugía láser…). Se denomina trabeculectomía y consiste en la creación de una nueva vía de salida para el humor acuoso. Esta operación no permite recuperar la visión pérdida, pero salva la visión que queda. Es eficaz en un 80-90 % de los casos.
El tratamiento tiene mayores probabilidades de éxito si se inicia de inmediato. En casos en los que la visión ya ha disminuido considerablemente, el tratamiento puede prevenir un deterioro adicional, aunque por lo general no puede restaurar completamente la visión perdida.