Se considera un parto prematuro el que ocurre antes de las 37 semanas de embarazo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), al año 15 millones de bebés nacen de manera prematura a nivel mundial, es decir, más de 1 de cada 10.
El nacimiento de un bebé prematuro suele ser consecuencia del inicio espontáneo del parto, que comienza antes de tiempo. Sin embargo, en muchas ocasiones este empieza cuando se rompe antes de lo previsto la bolsa amniótica o de aguas, con la consecuente pérdida de este líquido.
Las amenazas para estos bebés son altas: la inmadurez de sus órganos y sistemas de defensas los hace más vulnerables a sufrir determinadas enfermedades y situaciones de riesgo.
¿Tengo riesgo de sufrirlo?
El parto prematuro está asociado, en su mayoría, a determinados factores de riesgo de la madre. Algunos de ellos se pueden evitar mediante un control prenatal, pero otros están relacionados con patologías previas o características de la gestante. Entre los más frecuentes se encuentran:
- Edad inferior a 17 años o superior a 35.
- Ganancia excesiva o escasa de peso durante el embarazo y nutrición insuficiente.
- Consumo de tabaco durante la gestación (incrementa entre un 20 % y un 30 % las posibilidades de un parto prematuro) y otros fármacos o drogas.
- Antecedentes de partos prematuros.
- Embarazos múltiples: En casi el 50 % de este tipo de gestaciones, el parto se registra antes de las 37 semanas.
- Placenta previa en el embarazo, cerca del cuello uterino o por encima de este.
- Infecciones durante la gestación que pueden dañar al bebé y provocar el inicio del parto prematuro, sobre todo, las relacionadas con el tracto urinario o con el líquido amniótico.
- Intervención quirúrgica abdominal en el embarazo.
- Permanencia de un estado alto de estrés durante la gestación o la realización de trabajos físicos pesados.
En ocasiones, es posible retrasar el inicio del parto prematuro. Por ello, es importante reconocer las señales de riesgo y acudir al especialista. No obstante, los síntomas de este tipo parto no son específicos, es decir, se pueden presentar también en un embarazo normal. Por tanto, no hay que alarmarse en todos los casos.
Algunos de los signos más frecuentes son:
- Sangrado durante el segundo trimestre no asociado a placenta previa.
- Contracciones del útero seis semanas antes de la fecha prevista de parto, con una frecuencia de una cada 10 minutos durante al menos una hora.
- Cambios cervicales detectados mediante ecografía, como el acortamiento o ablandamiento del cuello del útero hasta 10 semanas antes de la fecha prevista.
- Pérdidas vaginales acuosas o con signos de sangre.
- Dolor en la parte baja de la espalda o en la del abdomen.
- Presión en la base de la pelvis, las ingles y los muslos.
- Rotura de la bolsa del líquido amniótico.
Si experimentas alguna de estas señales sobre un posible parto prematuro, es fundamental que acudas de inmediato con tu médico. Un diagnóstico temprano y un tratamiento adecuado pueden marcar la diferencia en la salud y la supervivencia del bebé en estos casos.
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