Enfrentar una situación de violencia es un paso fundamental hacia el bienestar.
Ante esta situación, actualmente se han implementado varias estrategias para controlarla, pero no es fácil. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), la violencia contra la mujer es causa de muerte e incapacidad entre las mujeres en edad reproductiva, tan grave como el cáncer. Este tipo de violencia se reconoce también como un problema de salud pública, de derechos humanos, de justicia social y, sobre todo, como un delito.
La violencia se manifiesta cuando individuos, grupos, familias, autoridades, comunidades o la sociedad en general abusan del poder que poseen para imponer por la fuerza sus voluntades o ideas sobre aquellos que son más débiles, vulnerables o indefensos.
En el ámbito familiar, la violencia abarca actos de agresión dirigidos hacia una persona, perpetrados por un miembro de la familia que ostenta un mayor poder social, físico, económico o psicológico. Este agresor puede tener un vínculo sentimental o consanguíneo con la víctima. Según expertos, en el contexto de la violencia hacia las mujeres, la pareja figura como el agresor principal en un preocupante 74 % de los casos.
La violencia familiar comprende:
Sus consecuencias van desde hematomas, laceraciones, heridas, fracturas, luxaciones, quemaduras, lesiones en órganos internos, hemorragias, abortos o traumatismos craneoencefálicos.
Los hombres violentos tratan de manipular a su pareja para tener un mayor control y dominio en la relación. La manipulación se expresa en forma de chantaje, amenazas de afectación material o emocional, por ejemplo, amenazar con quitarle a los hijos o dañarlos; no dar dinero; hacer creer que sin él, la persona no podrá vivir o se suicidará. Todo ello son estrategias dirigidas a hacer creer a la mujer que ella será la culpable de la conducta de su pareja.
Entre sus manifestaciones están: exigir a la mujer todo tipo de explicaciones cada vez que necesita dinero; obligarla a pedirlo; inventar que no tiene; gastar cantidades importantes sin consultar; privar de vestido, transporte e impedir que la mujer trabaje.
Por todo esto, la violencia hacia las mujeres es un fenómeno social mundial, el cual ocasiona la muerte de 1.6 billones de personas. No obstante, un alto porcentaje de mujeres que son agredidas no denuncian debido a falta de confianza, vergüenza o miedo a ser señaladas o estigmatizadas, lo que dificulta la erradicación de este conflicto.
En la mayoría de los casos, la violencia hacia las mujeres comienza en el noviazgo y continúa en la relación formal de pareja. Una de sus manifestaciones iniciales son los celos en extremo (celotipia), por lo que es importante que las mujeres que sufren este tipo de agresiones corten el ciclo, ya que la violencia psicológica puede evolucionar hacia formas más severas, llegando incluso a situaciones de extrema gravedad que podrían culminar en tragedias fatales.
Está claro que ante una situación de violencia, lo mejor es buscar apoyo en personas o grupos especializados en atender este tipo de casos para conocer la mejor manera de enfrentarlo. Existen múltiples organismos y grupos a los que se pueden recurrir. No es bueno vivir con violencia. La valentía de buscar ayuda es el primer paso hacia una vida más segura y saludable.